miércoles, 15 de diciembre de 2010

Guru gita

Escuché por primera vez la palabra “gurugita” en la película Comer, Rezar, Amar; guión basado en la experiencia personal de la escritora Elizabeth Gilbert (Eat, Pray, Love), interpretada por la actriz Julia Roberts.
Como es mi costumbre, no me gusta quedarme con la duda y apenas llegué a casa me dispuse a investigar el significado de esa palabra. Descubrí que es el nombre de un canto ancestral hindú en la lengua sagrada “sánscrito” que tiene como finalidad llevar la mente y el espíritu a un estado de paz.
Julia protagoniza a una mujer divorciada que busca encontrarse a sí misma viajando a Italia, India e Indonesia. Define a su personaje como “complejo y fascinante” que transita de la vulnerabilidad a la dureza o de la indecisión a la confianza durante un viaje interior en el que “se auto examina y trata de determinar lo que en realidad quiere para sí misma”.
“Gurugita” es un texto sagrado que consta 216 versos y se canta aproximadamente en una hora. Describe la conversación entre el Dios Shiva y su esposa, la Diosa Parvati, en donde ella le hace preguntas acerca del Gurú (el maestro espiritual) y Shiva le contesta, describiendo sus principios, los métodos usados, la forma de transmitir su enseñanza, así como los beneficios de su repetición diaria.
Al escuchar los comentarios sobre la película, en su mayoría giran alrededor de la romántica historia de amor; de los atractivos visuales; del placer de la buena mesa; las excelentes interpretaciones o las emociones que se mueven y me llama la atención que ninguno mencione -ni por equivocación- la palabra “gurugita” que para mí es la esencia de la historia, la búsqueda de la paz interior, ya que es en el proceso de este canto y en la meditación donde logra descubrirse y reconciliarse consigo misma, encontrar el ansiado equilibrio entre cuerpo y espíritu, y convertirse en una persona plena, libre y feliz.
Publicado en la Revista Círculos
Edición Dic-Ene 2011

lunes, 15 de noviembre de 2010

JOEL

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Joel despertó con la lengua impregnada del sabor amargo de su último sueño. Se conectó a la red buscando descifrar el significado. Navegó un buen rato sin encontrar las respuestas que ansiaba encontrar. De pronto, un artículo llamó su atención: “La física cuántica confirma que creamos nuestra realidad” (*) El texto constaba de… trece páginas… ¡Trece! Tomó la decisión de leerlo en su totalidad y lo hizo no una, ni dos, sino tres veces. En la tercera ocasión, optó por imprimir todo el artículo y luego fue subrayando algunas líneas omitiendo las referencias y los términos científicos para tener una mejor perspectiva de las ideas…
La física moderna dice “tú si puedes”
[La mayor parte de la gente desconoce que la mecánica cuántica, es decir, el modelo teórico y práctico dominante hoy día en el ámbito de la ciencia, ha demostrado la interrelación entre el pensamiento y la realidad.] … [fabricamos nuestra realidad desde la forma en que procesamos nuestras experiencias, es decir, mediante nuestras emociones ]… [nuestro cerebro está continuamente recreándose; un pensamiento o emoción crea una nueva conexión, que se refuerza cuando pensamos o sentimos “algo” en repetidas ocasiones] …. [Así es como una persona asocia una determinada situación con una emoción. Si no se interrumpe esa asociación, nuestro cerebro podría relacionar ese pensamiento-objeto con esa emoción y reforzar esa conexión, conocida en el ámbito de la psicología como “fobia” o “miedo”…] [El objetivo inconsciente es “engañar” a nuestras células con otra emoción diferente, generalmente, algo que nos excite, “distrayéndonos” del miedo. De esta manera, cada vez que volvamos a esa situación, el miedo nos conectará, inevitablemente, con la “solución”, es decir, con la adicción. Detrás de cada adicción (drogas, personas, bebida, juego, sexo, televisión) hay pues un miedo insertado en la memoria celular]…
[¿Quién elige de entre esas posibilidades para que se produzca mi experiencia actual? La respuesta de la física cuántica es rotunda: La conciencia está envuelta, el observador no puede ser ignorado”]… [“Los científicos hemos tratado de encontrar al observador, de encontrar la respuesta a quién está al mando del cerebro: sí, hemos ido a cada uno de los escondrijos del cerebro a encontrar el observador y no lo hemos hallado; no hemos encontrado a nadie dentro del cerebro, nadie en las regiones corticales del cerebro pero todos tenemos esa sensación de ser el observador”] … [“Sabemos lo que el observador hace pero no sabemos quién o qué cosa es el observador”]
Tratando de asimilar la información se cuestionó: ¿Qué realidad prefieres? Lo que aquí dice es que eres es el producto de las emociones que le dieron paso a tus hábitos de pensamiento, a los miedos y fobias que disfrazas cotidianamente intentando en vano engañar a tu memoria ¿Eso significa que tienes que regresar a tus interminables entrevistas con el psicólogo que sólo te han mermado la cartera? No, no, no, deja de pensar eso –se dijo golpeándose las sienes- acabas de leer que tú y sólo tú creas tu realidad… y volver a terapia es precisamente lo que ya no quieres… ¿Qué tienes que hacer para no despertar con el sabor amargo de tus sueños estropeados? ¿Qué? … ¿Qué? ...
Tomó los papeles impresos y releyó las líneas que subrayó -en su entender- como la conclusión: [La buena noticia es que, en cuanto rompemos ese círculo vicioso, en cuanto quebramos esa conexión, el cerebro crea otro puente entre neuronas que es el “pasaje a la liberación”.]
¡Ya está! Se paró frente al espejo, tomó las tijeras y se cortó la lengua

Publicado en la Revista Círculos

Edición Oct-Nov 2010





miércoles, 15 de septiembre de 2010

El Caracol

............................Nada duele más, que perder-de un solo golpe- la esperanza."


Sandra no se sorprendió al ver el halo grisáceo que coronaba la opaca y resquebrajada cabellera de su nueva paciente. La joven yacía sentada en el piso, abrazando sus piernas, con la mirada fija en uno de los muros de la habitación.


El aura del desaliento –pensó-. La más común en los internos de aquel sector del hospital. Avanzó unos cuantos pasos para poder apreciar de cerca los dibujos de Agustina. Eran más bien trazos circulares. Los observó detenidamente y de pronto ante sus ojos se reveló la silueta de un enorme caracol.
-¿Es un caracol? - Le preguntó buscando su mirada.
Agustina no respondió, sólo parpadeó ligeramente sin cambiar de postura.
- * -
Aquella misma mañana, Sandra Bermúdez había recibido la llamada de Leo Salinas, de quien no había tenido noticias en un buen tiempo. No obstante, después de intercambiar saludos y ponerse más o menos al corriente, había surgido la pregunta obligada respecto al verdadero motivo que lo impulsó a marcarle, así de repente, después de…¿dos años? Tras un breve silencio, Leo se había deshecho en zalameros cumplidos para solicitarle un favor: - que se encargara del caso de Agustina Montes- una joven indígena que había ingresado recientemente al Hospital de Santa Rita.
-Déjame ver de qué se trata y te devuelvo la llamada- le respondió antes de colgar la bocina algo… ¿decepcionada? No quiso darle más vueltas al asunto y llamó a su secretaria para que le llevara de inmediato el expediente médico de Agustina Montes. Al llegar al consultorio lo revisó con interés. Una anotación - al parecer sin importancia - duplicó su curiosidad.
En el renglón de observaciones decía:”La paciente no come, sólo mete los dedos en los líquidos para dibujar en la pared”.
En ese momento tomó la decisión de visitarla esa misma tarde.
Llevaba en el hospital cuatro días desde su traslado del centro de salud del poblado de Tres Cruces, en el cual, estuvo tan sólo un par de días. La infeliz contaba con sólo 16 años, estaba desnutrida y presentaba huellas de maltrato en todo el cuerpo. La había llevado Tulio, el marido, “para que se la despertaran”, según decía una nota al calce del expediente. El traslado se había hecho a solicitud y bajo la responsabilidad de la doctora Laura Terrán.
El caso cobró aún más interés cuando leyó el nombre de la famosa antropóloga.
Buscó sus datos para llamarla y decirle que se haría cargo de Agustina Montes y quedaron de verse al día siguiente por la mañana en su consultorio.
Antes de abandonar el hospital, ordenó que le hicieran unos estudios y dejó instrucciones precisas a las enfermeras para el control su nueva paciente.
-Ofrézcanle líquidos, agua de jamaica o de papaya de preferencia, y si quiere dibujar, no se lo impidan-.
Por la noche, se comunicó con Leo para informarle que Agustina ya era su paciente y que ya se había puesto en contacto con la doctora Terrán, más no pudo entender por qué se lo agradeció con tanto entusiasmo. ¿Tendrían algo Leo y la antropóloga?

- * -

Dos meses atrás, Laura Terrán había conocido a Agustina vendiendo collares de conchas a los turistas que visitaban la zona arqueológica de Playa Escondida. Los ángulos del rostro de aquella chiquilla llamaron de inmediato su atención.- ¡Parecían tallados en piedra!
Decidió comprarle varios collares para entablar conversación y después comenzaron a verse todos los días. La trataba con amabilidad y respeto, la invitaba a comer o beber algo mientras platicaban. Al principio, Agustina se mostraba desconfiada y arisca, pero poco a poco, Laura se fue ganando su confianza.
Fue así como se enteró, que el padre de la niña la había vendido por tres marranos a Tulio - un pescador- cuando apenas tenía trece años; que éste la mandaba a vender los collares de conchas - que ella sabía hacer muy bien- y que luego le quitaba el dinero para irse a echar sus tragos.
Agustina se sentía a gusto con Laura y en vez de decirle su nombre, la llamaba “amiga”.
Una tarde, le hizo una confesión. Con estas palabras le dijo: -que llevaba un buen tiempo escondiendo centavos para irse de ahí porque Tulio le hacía cosas muy feas, que le pegaba muy recio cuando regresaba bien briago; que tenía que largarse antes de que le hiciera otro hijo, porque ya le había matado uno y que le habían tenido que abrir la panza para sacárselo. -
Al decir esto último, clavó su mirada en la arena y se quedó callada. Laura, puso tres dedos debajo de su barbilla obligándola suavemente a levantar el rostro, pero contrario a lo que pensaba, los ojos de Agustina estaban secos. Pudo constatar con pesar - en aquella mirada oscura- que el odio había sepultado por completo al dolor, haciendo que sus lágrimas se estancaran para pudrirle lentamente el alma. La abrazó con ternura y le susurró al oído:
- Tranquila, tu secreto está a salvo conmigo-
Días más tarde, Laura sonrió complacida, cuando una mañana, no la vio en la playa con las demás vendedoras. Pensó que quizá, con el billete que le había dado el día anterior, la había ayudado a completar los centavos que necesitaba para huir y que al fin se había librado de la tiranía de Tulio. Pero poco le duró el regocijo. Una de las niñas la llamó para contarle, que su amiga, la Agustina, estaba media muerta en el centro de salud de Tres Cruces.
Angustiada, se dirigió para allá inmediatamente.
Al verla y enterarse del parte médico, salió decidida a buscar a Tulio para preguntarle lo que había sucedido. Horas más tarde, lo encontró emborrachándose con un grupo afuera de una tienda. Dudó un segundo antes de abordarlo en esas condiciones, pero al hacerlo, el hombre le contestó indiferente:
-Pos, yo no sé, se quedó pasmada cuando la caché que se quería juir; la llevé donde don Cuco para que le untara remedios; a luego entre los dos le quisimos meter aguardiente para que se avivara, pero pos no le pasó, se le salía todito, pos no menea la lengua, no traga nada y parece que ni mira y pos me dijo don Cuco que era más mejor llevarla pallá-.
La antropóloga dejó escapar un desalentado suspiro al escucharlo. El hombre relataba lo sucedido como si tratara de algo sin importancia, sin ningún asomo de culpa. En ese instante optó por aprovecharse de las circunstancias. No fue difícil convencerlo de que le permitiera hacerse cargo de su mujer, ya que para trasladarla a un hospital, necesitaba contar con su consentimiento.
El desdichado esbozó una sonrisa de alivio, se encogió de hombros y respondió:
-Pá mí, pos llévesela si quiere, así pasmada, pos pá que me sirve-.
Satisfecha de haber logrado su objetivo, pero consternada por la actitud y la desfachatez de aquel individuo, pensó con tristeza en la muchacha, la que seguramente ya no sintió la tunda que le propinó el maldito borracho cuando la descubrió, pues nada puede doler más, que perder - de un solo golpe - la esperanza.
Dos días más tarde, había arreglado todo para su traslado. La niña seguía muda e inmóvil. No comía y nada la hacía reaccionar. Laura habló con algunos amigos para explicarles el caso. Le recomendaron a la doctora Bermúdez, neuropsiquiatra del Hospital de Santa Rita.
Estaba sumida en sus pensamientos cuando sonó el teléfono. Levantó el auricular y escuchó una voz muy agradable que se identificó como la doctora Sandra Bermúdez. Le informó que se haría cargo de Agustina; conversaron un largo rato acerca del caso y quedaron de verse al día siguiente en su consultorio.
- * -
Sandra pasó a ver a su nueva paciente antes de la hora de su cita con la doctora Terrán. La encontró en el mismo lugar y en la misma postura de la tarde anterior, sólo que ahora la pared se encontraba tapizada de dibujos de caracoles que encerraban otros más pequeños que parecían tener alas.
Intrigada, la miró nuevamente a los ojos y le preguntó:
-¿Son caracoles con alas?-
No obtuvo respuesta. Agustina tenía la mirada fija en la entrada al laberinto de un enorme caracol. Sandra miró en la misma dirección y se percató que lo que ella había supuesto que fueran alas, más bien parecían... ¿papeles?
Se sentó a su lado en el piso, extendió el brazo y con la yema de sus dedos comenzó a seguir la línea de los trazos tratando de adivinar. Volvió a preguntarle:
-Dime, Agustina. ¿Son…alas… o… papeles?
Se sobresaltó al escuchar una voz que le respondió desde la puerta.
-A mí me parece que son papeles con alas-
-Buenos días, soy Laura Terrán-. Dijo avanzando hacia ellas con la mano extendida.
-Mucho gusto, Sandra Bermúdez-. Disculpa ¿me pareció oírte decir que son papeles con alas? – La inquirió estrechando su mano.
-Eso me parece- Respondió Laura mientras acariciaba con ternura la cabeza de la joven.-Sí, escondida en las entrañas de un enorme caracol, estaba la libertad de esta criatura cuando Tulio, el marido, la sorprendió ocultando los billetes que había juntado durante más de un año. ¡Mi pobre Agustina, casi lo logra!-












Publicado en la Revista Círculos
Edición Agosto-Sept 2010

viernes, 3 de septiembre de 2010

Tras las lluvias de agosto / Ángeles Mastretta


Cosas pequeñas

Lo que me parece muy importante decir de Germán es que era una voz que constantemente, todos los días, buscaba el misterio que puede haber en la vida diaria. El tenía unos ojos para ver las cosas pequeñas y contarlas de manera que las volvía trascendentes . Era un creador diario de este milagro que es transformar lo trivial en esencial.



Ángeles Mastretta


a Germán Dehesa

el día de su partida


Tras las lluvias de agosto / Sergio Sarmiento

Su sonrisa y su inteligencia

La muerte lo encontró sin duda sonriendo. Me imagino que le debe haber hecho alguna broma. ¿Qué no podías venir otro día? Eres demasiado inoportuna. Mañana tengo que estar en el teatro Juan Ruiz de Alarcón de la UNAM porque me hacen un homenaje. Va a estar el rector Narro. No puedo faltar. Nunca dejo de asistir a una cita, aunque me muera... Bueno, me parece que eso sería exagerar. Pero por qué no esperamos unos días más, para que pase el homenaje del gobierno de Veracruz. ¿ Y si nos esperamos hasta el 17 de septiembre? Me gustaría ver los festejos del bicentenario... germán siempre convencía a todos con su sonrisa y su inteligencia. Pero la parca no se dejó convencer.
Sergio Sarmiento
a Germán Dehesa
el día de su partida.

Tras las lluvias de agosto / Carmen Aristegui


Hizo valer la crítica


Germán Dehesa era esa presencia diaria, inteligente, punzante, divertida. Germán era maestro, escritor, periodista, universitario puma; padre que nos puso al tanto de toda su familia. En la Gaceta del Ángel de REFORMA, Germán hizo valer la crítica, el humor, el servicio a los otros. Germán era ese buen promotor de las buenas causas: el que recolectaba cobijas para los que tenían frío, el que vendía tamales para los down, el que vendía periódicos para reforma.

Recién condecorado con la Medalla al Ciudadano Distinguido, ya no alcanzó a recibir el homenaje que este viernes le había preparado la UNAM. Germán se veía así mismo todavía en sus últimos días como un ser dual: jarocho como su padre, abierto y liberal, y otra parte ante la que se rebelaba, la que le heredó su madre, quien lo empujaba al sufrimiento como una ventana a lo celestial. Entre esa dualidad se movía y en la recta final quedó claro que ganó su apuesta por la alegría, el gozo, la amistad y el amor por los suyos y por los demás. Será para muchos, yo incluida, una pérdida, muy, muy grande. Lo vamos a extrañar.


Carmen Aristegui


a Germán Dehesa

el día de su partida

Tras las lluvias de agosto/ Denise Dresser


Rodeado de libros


Ayer que te vi por última vez, sentado sobre tu cama, te pedí que no me fueras a dejar aquí sola "en este México de tiempos nublados" sin ti. Y en los últimos meses te lo repetía una y otra vez: inimaginable seguir con la espada desenvainada, cual "ciudadana apasionada" como me bautizaste, sin tu humor, sin tu generosidad,tu voluntad de acompañarme en todo momento y en cualquier buena causa.

Mi adorado amigo, no cumpliste tu palabra. Te fuiste después de prometer que un día de éstos me rapatarías e iríamos juntos tras Arturo Montiel o tantos fascimilares que sobreviven, impunes, en el país. Cabalgaríamos juntos en busca del siguiente minotauro; denunciaríamos juntos al próximo político rapaz; nos reiríamos del personaje detrás del escándalo de la semana, para después perseguirlo con la pluma. tu muerte para mí es como aquel poema de los "Heraldos Negros" que habla de los golpes tan fuertes , esos que parecen provenir del odio de Dios. Un Dios empeñado en irme quitando a quienes más quiero en la vida. Quizás lo único que me consuela es que ahora, cuando me pregunten cómo me imagino el paraíso , podré decir que es una gran biblioteca en la que encuentro a mi padre, a mi hermana y a ti.

Y bueno, en cuanto al país magullado que dejás detrás sólo quiero decirte: me encargo de todos los pendientes que me encargaste en el camino. La obligación de la alegría y la rebeldía. Las ganas de estar en el mundo y carcajearse de él al mismo tiempo. La esperanza de ese México mejor que ningún gobierno nos ha logrado arrebatar. te voy a imaginar en lo que creo es el cielo, ese lugar donde uno hace lo que le da la gana, como tú, con tus columnas. Rodeado de libros, con un cigarro y un vaso de whiskey, contando historias. Historias de Fita y Felipe Calderón, del Bucles y "Betty Walls", de héroes y villanos. Hablando de cómo quisite al país y cómo ayudaste a transformarlo. Y por favor, por favor apártame un hueco chiquito allí a tu lado, para que sigamos platicando "de todo y de nada" como lo hacíamos siempre y aún ayer.

Denise Dresser

Tras las lluvias de agosto/ Josefina Vázquez Mota


Ayudar a los demás

Tengo recuerdos de Germán, acompañándome a desastres naturales para animar a la gente, siempre dispuesto para recaudar fondos, de ayudar a los demás y siempre decir la verdad, siempre recordándome que la risa era fundamental para vivir y para ser feliz.



Josefina Vázquez Mota


a Germán Dehesa

el día de su partida

Tras las lluvias de agosto / Federico Reyes Heroles

Un cuarto de siglo

Querido Germán, ¡pero a quién se le ocurre morirse hoy! Pero qué impertinente. Mañana teníamos un homenaje, que sería motivo de fiesta, en la UNAM, tu UNAM, tu casa, y allí pensaba yo recordar cómo nos conocimos una vez en el mercado de Las Flores cada quien comprando ramos para nuestras musas. Hace un cuarto de siglo de eso. Y de allí en adelante, las noches gozosas de poesía y canto, allá en El Unicornio. Tu infinita sensibilidad para leer a Borges a Sabines y hacerlos de todos. Adriana cantaba, Gerardo Tamez y su gloriosa "Tierra Mestiza" , Jaime Guarneros y Ernesto Anaya, la fantástica tropa musical. El bueno de muricio Achar en una esquina y tú como columna vertebral de una recuperación de la vida en plena locura del siglo XX y de nuestra ciudad. Fue el inicio.
Vendría la comedia, ¡pero que facilidad de guionista! Ácido, duro, provocador irreverente levabas a la risa dolorosa, a la carcajada de desesperación , porque nos hacías reírnos de nosotros mismos. Pero después conocería tus inacabables muestras de generosidad con la Tarahumara, para los inundados de cada año, para los necesitados de siempre, para con todos. Y que decir de tu columna, compañera matutina desde hace mucho. Hay demasiados germanes que no caben en mil caracteres. No Germán no te puedes ir hoy y así. Te extraño.
Federico Reyes Heroles
a Germán Dehesa
el día de su partida

jueves, 2 de septiembre de 2010

Tras las lluvias de agosto (adiós Germán)

la embestida de las aguas
abrió las heridas
de las montañas taladas...


los ríos burlaron los bordos
con ímpetu adolescente...

las vegas descobijadas y sometidas
se resignaron a la inclemencia
y ...

el mamotreto de mi historia
halló sepulcro en el lodo


tras las lluvias de agosto...
ya no existo







Sept 2 2010
a Germán Dehesa
en el día de su partida...

jueves, 1 de abril de 2010

La hija de Crispín

A la hora de cerrar, Teodora encontró una carpeta azul en el mostrador de la panadería. Pensó que seguramente lo había dejado olvidado algún cliente, se colocó las gafas y lo abrió a fin de enterarse a quién pertenecía. Había varias hojas impresas firmadas por . Le llamó la atención el nombre de un breve relato llamado “Un día en la vida de Múscida”. Ella, ávida lectora, cerró el local, apagó las luces y se acomodó en la mecedora de la terraza de su minúscula casa ubicada en la trastienda, para disponerse a darle lectura.



Un día en la vida de Múscida


Aunque era bastante prieta, fuliginosa, muy velluda y de enormes ojos saltones, su aspecto la tenía sin cuidado, así que con el mayor desparpajo se presentó al elegantísimo banquete de bodas de Casimiro y Clementina que tenía lugar en el jardín de un hotel de cinco estrellas. Anduvo curioseando de mesa en mesa como si tal cosa; degustó la gran variedad de platillos; se engolosinó con el merengue del pastel y hasta probó el champagne a la hora del brindis. La muy atrevida, se acercó a los novios cuando bailaban el vals para hacerle cosquillitas en el bigote a Casimiro, éste trató de alejarla y sin querer, le estampó una sonora bofetada a la incrédula Clementina. Contenta con su travesura, dio vueltas y vueltas por la pista coqueteando con todos los ejemplares masculinos, hasta que finalmente, sin un ápice de recato, se apareó con uno de los galanes frente a la mirada atónita de los distinguidos comensales. Su actitud molestó a don Fulgencio, el padre de la novia, quien, furibundo, le ordenó al capitán de meseros que la echara fuera, pero ella,
haciendo alarde de una agilidad impresionante, no se dejó atrapar y se escabulló tan campante zigzagueando satisfecha.
El atardecer la sorprendió, ebria y exhausta en la rama de un almendro. Habían transcurrido casi quince días desde que salió de la pupa y apenas podía sostenerse, su cuerpo languideció y cayó al vacío con el último rayo del sol.


Filosofía de Múscida. “Cuando eres libre y cuentas con sólo unas horas de vida, bien vale la pena arriesgarse, abrir las alas, sobrevolar por lugares prohibidos y deleitarse con todos los placeres que el breve tiempo te permita disfrutar”



Soroska
Taller BCD
Pie: mosca




El relato le pareció muy ingenioso y la hizo sonreír. Eso era lo que hacía falta en su solitaria monotonía. ¡Un poco de buen humor! Se levantó y se dirigió a la cocina para prepararse algo de cenar pero no quiso encender la tele como de costumbre, esa noche quería estar en silencio y pensar… “Cuando eres libre y cuentas con sólo unas horas de vida…” Pues sí, ella era libre y tanto que no tenía a nadie con quien compartir su mesa. Le había dedicado la vida a su padre y no le pesaba, pero a sus cuarenta y ocho años, no tenía más amigas que las empleadas del negocio. Y eso era sólo un decir.
Don Crispín el panadero, había enviudado cuando Teodora tenía tan sólo ocho años y jamás volvió a casarse. Se dedicó a cuidar a su niña y a seguir haciendo pan. Después la hija lo cuidó a él por muchos años cuando quedó paralizado de medio cuerpo, a causa de una embolia. Entre bolillos, pan de dulce y merengues, la pequeña creció rolliza y cachetona. Teodora era más bien tranquila y prefería quedarse horas enteras devorando libros y mantecadas antes que salir a jugar con los demás niños. La verdad es que ella los evitaba, pues le hacían burla de su aspecto robusto y fornido.
Fue hasta que Crispín se marchó, después de una larga agonía, que Teodora se dio cuenta que también su juventud se había esfumado.
“….bien vale la pena arriesgarse, abrir las alas, sobrevolar por lugares prohibidos y…” Aquellas palabras le seguían dando vueltas en la cabeza y no la dejaron conciliar el sueño. Pasó la noche en vilo y al día siguiente, casi de madrugada salió a buscar al viejo Tomás, su empleado, para decirle que se hiciera cargo de la panadería pues ella se iría de viaje. Con la misma se fue a la estación y decidió comprar un boleto de autobús para esa noche con destino a… de tin marín de do pingué…..Mérida.
Eufórica y entusiasmada regresó a casa, arregló una pequeña maleta sólo con lo indispensable pues toda su ropa le pareció espantosa y anticuada. De repente sentía que la sangre le bullía por todo el cuerpo, luego esperó con impaciencia a que dieran las nueve para irse al banco. Se llevó el relato para sacarle una copia a la pasada por si se acordaba donde había dejado su carpeta azul.
Las horas del día se le hicieron eternas hasta que por fin llegó el momento de irse a la estación para iniciar su aventura. Una vez relajada en su asiento sonrió satisfecha. “…y deleitarse con todos los placeres que el breve tiempo te permita disfrutar”- ¡Estás verdaderamente loca Teodora!- Fue lo último que pensó antes de caer rendida en los brazos de Morfeo.



II


Al llegar a la ciudad blanca se dio cuenta que no había reservado habitación en un hotel. El conductor del auto de alquiler, resultó muy amable y le sugirió varios de acuerdo a su presupuesto. No tuvo ningún problema para encontrar alojamiento, se registró, se dio un buen baño, ordenó que le subieran el desayuno y pidió informes sobre un buen salón de belleza. El hotel contaba con este servicio, así que ni pronta ni perezosa, se dirigió al mezzanine dispuesta a teñirse el cabello para cubrirse por primera vez, las incipientes canas.
-¿En qué tono le gustaría?- Escuchó decir al escuálido jovencito que le enseñaba “la carta de colores”. Ella respondió muy decidida:
-Sugiérame por favor, yo no sé nada de tintes.
Dos horas más tarde Teodora apenas si se reconoció en el espejo. Siempre había usado el largo cabello castaño peinado hacia atrás y recogido en la nuca. El hombrecillo le había hecho un corte para darle “movimiento” y ahora lucía una melena suelta color caoba que ocultaba en gran parte sus robustos cachetes. Salió de ahí diferente y satisfecha.
El siguiente paso era buscar algo que ponerse. Se dirigió a una plaza cercana y después de probarse como treinta y cuatro vestidos, eligió tres de los más favorecedores. Se compró también dos pares de sandalias, un bolso y algunos accesorios. Volvió al hotel caminando de prisa, cargada de paquetes y ansiosa como una chiquilla por estrenar su ropa nueva. Al cabo de un rato, salió de nuevo maquillada y coqueta, enfundada en un vestido blanco estampado con pequeñitas mariposas amarillas que le recordaron a García Márquez, uno de sus escritores consentidos.
Preguntando aquí y allá llegó hasta un restaurante que le recomendaron ampliamente. El lugar estaba lleno y tuvo que esperar un rato para que le asignaran mesa. Se moría de hambre y pidió el menú casi con desesperación. Ordenó y se puso a contemplar su entorno. El sitio era muy animado, lleno de vida, meseros iban y venían atendiendo largas mesas de grupos turísticos o de familias numerosas. En eso, advirtió que en una mesa del fondo estaba un hombre solo que se entretenía mirando los cuadros que colgaban de las paredes, con cierto aire nostálgico. A juzgar por sus canas debía andar llegando a los sesenta o quizá algunos más. Se levantó y se dirigió hacia él.
-Buenas tardes señor ¿Me permite invitarle una cervecita? Verá, no me lo tome a mal pero no me gusta comer sola y como veo que usted también lo está…
El hombre se sorprendió pero no lo pensó dos veces, se paró y le ofreció asiento caballerosamente.
- Faltaba más señorita, permítame usted a mí invitarla.-
Los dos se rieron algo cohibidos y nerviosos. Luego él ordenó las cervezas y la plática comenzó a fluir cordialmente. A los postres, Teodora ya sabía que Serafín estaba pasando por un momento muy difícil; que le agradecía enormemente su compañía pues no tenía con quien conversar; que seis años atrás había perdido a la compañera de su vida; que ese era y había sido el restaurante favorito de ambos; que tenía tres hijos y cuatro nietos a los que poco veía; que se había disgustado con su hijo menor que se casaba al día siguiente en Playa del Carmen y que no pensaba asistir a su boda. Él por su parte, sólo se enteró que ella era soltera y andaba en Mérida de paseo.
Salieron de ahí, sin ánimo de despedirse y se fueron a tomar un helado de mantecado al Paseo Montejo. Por la noche, cuando él la fue a dejar al hotel ya habían hecho planes para irse juntos a Playa del Carmen al día siguiente muy temprano. Teodora lo convenció de asistir a la boda y de hacer las paces con su hijo, a lo que él aceptó con una condición.
- Está bien, iré sólo si tú me acompañas.-
-¿En serio? Pero no me va a dar tiempo de comprar un vestido-
-Ni falta que hace.- Le contestó. – La invitación dice que hay que ir de blanco y éste que traes es precioso y además, te sienta de maravilla-
-No se diga más, con eso me convenciste, estaré lista a las siete de la mañana.-
Al despedirse se dieron un abrazo y aquella noche, los grandes ojos negros de Teodora brillaron en la oscuridad.
Llegaron a la elegante fiesta tomados del brazo. Serafín la presentó a su familia muy sonriente:
-Ella es Teodora, una gran amiga y gracias a ella, es que estoy aquí.-
Los recibieron con abrazos y besos. Los hijos estaban felices de ver a su padre sonreír de nuevo. Los sentaron junto a ellos en la mesa de honor y en el momento del brindis, al novio se le nubló la mirada cuando agradeció la presencia de Serafín en el día más feliz de su vida y éste muy emocionado se levantó y cruzó el salón para abrazarlo.
La alegría continuó hasta la madrugada. Teodora que apenas si sabía bailar, animada por el champagne y la euforia que la embargaba se adueñó de la pista en brazos de Serafín, quien aunque rime, resultó ser un gran bailarín.
A las doce del día, Teodora abrió las puertas de la terraza de su habitación. Suspiró emocionada al ver el intenso color turquesa del mar, luego miró con ternura la cabellera canosa que se asomaba entre las sábanas y murmuró: La hija de Crispín ya no es más aquella solitaria y aburrida panadera, hoy soy simplemente una gorda feliz. Gracias Soroska, quien quiera que seas, gracias por haber olvidado tu carpeta azul.


Publicado en la Revista Círculos


I parte dic-ene 2010


II parte feb-marz 2010


domingo, 21 de marzo de 2010

21 de marzo - un año ya.

El 4 de marzo de 2009, abrí este blog con el único fin de compartir textos, inquietudes,artículos de interés y fotografías . Uno de mis "seguidores" me envió un enlace para que instalara un contador que registrara a los visitantes de -un día en la vida de soroska- y un día como hoy -21 de marzo- el marcador comenzó a correr.


5587 visitas de 49 países me invitan a continuar... gracias.




domingo, 31 de enero de 2010

"somos lo que hemos leído"

Tomás Eloy Martínez
...16/07/1934 - 31/01/2010


Autor de dos novelas ya clásicas en la literatura argentina: La novela de Perón (1985; Alfaguara, 2003) y Santa Evita (1995; Alfaguara, 2002), ambas traducidas a más de treinta idiomas y publicadas en más de sesenta países. Publicó también otras cuatro novelas, entre ellas; La mano del amo (1991; Alfaguara, 2005), El vuelo de la reina (Alfaguara, 2002) y El cantor de tango (2004). Es autor de los relatos de Lugar común la muerte (1979) y La pasión según Trelew (1973; Aguilar, 2004). En 2002 El vuelo de la reina fue distinguida con el Premio Alfaguara de Novela; al año siguiente recibió el premio a la mejor novela extranjera del People’s Literary Publication House, en Beijing-Shanghai. En 2005 fue finalista del Man International Booker Prize por el conjunto de su obra. Profesor distinguido y escritor residente en Rutgers, The State University of New Jersey. Columnista permanente de La Nación de Buenos Aires, El País de Madrid y The New York Times Syndicate.

.PURGATORIO
Sinopsis de este relato que Tomás escribiera en el exilio.

En el invierno de 1976 Simón Cardoso es detenido por los militares que impusieron una dictadura sangrienta en la Argentina, y nunca más aparece. Treinta años más tarde, su mujer, Emilia Dupuy, se paraliza al oír su voz en una fonda de suburbio en New Jersey. El mundo, que se había desmoronado con la tragedia, recobra su luz.

Excepto por un detalle: Simón sigue fijo en la juventud. El tiempo no ha transcurrido para él. A partir de ese enigma, Purgatorio enlaza la ansiedad del amor perdido y recuperado con una reconstrucción magistral de la irrealidad siniestra creada por el régimen. Sobre los mapas que trazaba esta pareja de cartógrafos se dibuja el de un horror invisible: no se muestran los campos de concentración sino la locura que los hizo posibles, en la que caben autopistas faraónicas, un mundial de fútbol y el patriotismo inflamado por una guerra insensata. La degradación moral va apoderándose de una sociedad que acepta como verdad única cada nueva invención del poder.

domingo, 17 de enero de 2010

sábado, 9 de enero de 2010