miércoles, 13 de febrero de 2013

El coyote zahuatero (coyotlzahuatli)

a Ernest

     Gabriel escucha unas pisadas cautelosas y ligeras sobre las hojas secas que permanecen amontonadas en el traspatio, justo al pie de la ventana de la cocinilla. Deja de leer para aguzar el oído al tiempo que recorre con la mirada las paredes desnudas de la cabaña donde cuelga solitaria su escopeta. Ya no queda nada que vender, en un huacal de madera había juntado el resto de sus pertenencias; la cajita de santalum con las nueve cartas cienmilvecesleídas de Alfonsina y siete de sus más de trescientos libros. Ahora las repisas ostentan sólo el polvo del tiempo…  una mueca indefinida se dibuja en sus labios apenas perceptibles entre el bigote hirsuto y la maraña de la barba cenicienta.
     ¡Otra vez las agujillas!
     Se rasca precipitadamente la piel cetrina del pecho hasta hacerla sangrar, apura el resto del vodka que queda en el pocillo e intenta ponerse de pie pero los huesos no le obedecen. Se resigna a leer por séptima vez el mismo cuento de Carlos Fuentes, “Pantera en Jazz”. Alumbrado por la luz oleaginosa del quinqué, lee y bebe obsesionado hasta que le da fin a la botella. ¡La última y ya no hay para más! Deja de un lado el martirio del loco de Fuentes y su bestia encerrada y trata de nuevo de pararse sin éxito, sus huesos endebles se han acogollado en la vieja poltrona, apaga la lámpara, toma aire, se impulsa y se tira al suelo y así, a gatas, en medio de la penumbra, consigue llegar hasta el catre de fierro donde duerme desde que vendió la cama. Otro impulso y logra depositar su esqueleto sobre la hedionda colchoneta. Apenas cierra los ojos y vuelve a escuchar las pisadas, esta vez por toda la orilla de la cabaña y una y otra y otra vez el chasquido de las hojas al pie de la ventana de la cocinilla. Lo que fuera daba vueltas y vueltas, quizá era un coyote hambriento tratando de entrar, lo que fuera no lo dejaría dormir, lo que fuera lo estaba enloqueciendo, y para colmo…¡las agujillas se habían despertado! Se rasca con saña el pecho ensangrentado, deja escapar un quejido lastimero, el coraje le da fuerzas para incorporarse y ya de pie, avanza trastabillando enfurecido, descuelga la escopeta y sale decidido a terminar con ese tormento… todo le da vueltas… todo le da vueltas…todo le da vueltas.
     Asunción se levanta al alba como cada día, prepara su canasta de quesos y sale rumbo al mercado, toma el sendero hacía la carretera pero se detiene extrañada al ver la puerta abierta de la cabaña de Gabriel…
¡Si ese miserable borracho jamás se levanta temprano!
    Se acerca, y se encuentra al viejo tendido sobre un charco de lodo rojizo con los labios alrededor de la boca de su escopeta.

Taller BCD
13/Feb/2013

viernes, 1 de febrero de 2013