sábado, 24 de diciembre de 2011
viernes, 16 de diciembre de 2011
"la cuatitud" una forma de vivir
La amistad es una lluvia de flores... es el título del prólogo escrito por Bruno Newman en la compilación "Diálogos con Germán Dehesa", ejemplar que tuve la suerte de recibir en mi cumpleaños de manos de una gran amiga con la que comparto el día a día como solía hacerlo mi extrañado "charro negro" con sus lectores.
Volver a leerlo es como tomarse un multivitamínico, más bien, el frasco entero, y regodearse con el humor, la bonhomía y la perspicacia que perviven en el particular estilo de sus textos.
Me sumo y comparto las últimas líneas que le escribe Armando Fuentes Aguirre, "Catón": Sigue viviendo, vive en lo suyo y en los suyos. Germán fue el amor andando. Camina todavía.
Gracias Mayte.
viernes, 11 de noviembre de 2011
lunes, 31 de octubre de 2011
perspectivas inapreciables
[fotos: Píndaro http://makanchak.blogspot.com/]
La miro y ya no encuentro más a la niña traviesa, malhumorada y caprichosa que lanzaba prolongados chillidos lastimeros al tiempo que se tiraba al piso a patalear con tal de salirse con la suya, pero percibo que en su mirada, aún pervive el centelleo que irradia y contagia al instante "sus ganas de comerse al mundo". Nuestros encuentros son cada vez más escasos pero siempre gratos y afectuosos. En su reciente y breve visita pude disfrutarla al compartir con ella una de sus inquietudes, captar imágenes cotidianas que en otro momento pasarían ante mí desapercibidas. Así fue que… sin pensarlo fui su compañera sin fusil en la cacería del detalle en un intenso recorrido por distintos puntos de la ciudad… sus percepciones ahora están en su blog con el título “Postales de Coatza"
http://andreamusguito.blogspot.com/2011_09_01_archive.htmlVuelve pronto chk´pie
martes, 19 de julio de 2011
El Schindler mexicano-Gilberto Bosques
Las Visas de Bosques: Gracias a la película ‘La Lista de Schindler’ de Steven Spielberg hemos conocido las acciones riesgosas realizadas por Oskar Schindler para salvar a unos 1200 judíos del holocausto nazi.
Sin embargo pocos hemos oído hablar de la labor del mexicano Gilberto Bosques para salvar la vida de más de 40 mil personas durante la ocupación nazi en Europa.
Gilberto Bosques Saldivar fue el Cónsul General de México en Francia de 1939 a 1944, quien respondiendo al llamado de su propia conciencia, ayudó desde su posición diplomática a huir de los regímenes franquista y nazi a refugiados españoles republicanos, judíos franceses, libaneses, socialistas, comunistas y otros perseguidos, entre ellos líderes políticos europeos de oposición y miembros de la resistencia antifascista, quienes habían sido señalados para ser enviados a los centros de concentración, ofreciéndoles a todos ellos residencia y nacionalidad mexicana.
Cuando París estaba a punto de ser tomada por los alemanes, Bosques sale de la ciudad y tras varios viajes decide asentar el consulado en Marsella, el puerto de la zona del Gobierno francés de Vichy, nominalmente independiente de los alemanes.
Su primera preocupación fue defender a los mexicanos residentes en la Francia no ocupada, pero al conocer las atrocidades de la persecución nazi protegió también a otros grupos. Apoyó a libaneses con pasaporte mexicano y a refugiados españoles que buscaban huir de los nazis. De hecho, se cree que fue él quien convenció al presidente Lázaro Cárdenas de abrir las puertas de México a los republicanos españoles. Era tan grande la afluencia de refugiados que buscaban una visa mexicana que Bosques alquiló dos castillos (el de Reynarde y el de Montgrand) para convertirlos en centros de asilo mientras se arreglaba su salida hacia México. Entre 800 u 850 fueron alojados en uno de los castillos, mientras que en el otro se albergaron 500 niños y mujeres.
Adicionalmente, rentó varios barcos que salieron del puerto de Marsella transportando Judíos y otros perseguidos hacia países Africanos donde más tarde fueron trasladados a México, Brasil, Argentina y otros países de América. En un periodo de dos años, bajo su auspicio, poco más de 40,000 visas fueron expedidas para quienes deseaban huir de la tiranía nazi.
Al concedérseles visas mexicanas, las autoridades francesas los dejaban salir del país porque consideraban que ya no serían un problema político para ellas. Más complicado fue el caso de los judíos. El consulado ocultó, documentó y les dio visas a numerosos judíos, pero era mucho más difícil sacarlos de Francia.
Desde Marsella el embajador mexicano también tuvo que hacer frente al hostigamiento de las autoridades pro alemanas francesas, al espionaje de la Gestapo, del gobierno de Franco y de la representación diplomática japonesa, que tenía sus oficinas en el mismo edificio de la delegación mexicana.
Finalmente México rompió las relaciones diplomáticas con el Gobierno de Vichy. Gilberto Bosques presentó la nota de ruptura. Poco después el consulado fue tomado por asalto por tropas de la Gestapo alemana, que confiscaron ilegalmente el dinero que la oficina mantenía para su operación. Bosques, su familia (su esposa María Luisa Manjarrez y sus tres hijos: Laura María, María Teresa y Gilberto Froylán; entonces de 17, 16 y 14 años, respectivamente)y el personal del consulado, 43 personas en total, fueron trasladados hasta la comunidad de Amélie-les-Bains. Después, violando las normas diplomáticas, se les llevó a Alemania, al pueblo Bad Godesberg, y se les recluyó en un “hotel prisión”.
Bosques fue finalmente liberado y regresó a México en abril de 1944. Miles de refugiados españoles y judíos lo esperaban en la estación de ferrocarril de la capital para recibirlo. Su júbilo zumbaba en el andén de la estación ferroviaria. Lo cargaron en hombros. Era al México generoso y libre al que ellos exaltaban en Gilberto Bosques, el más sobresaliente ejemplo del característico espíritu de la solidaridad de los mexicanos.
Una de sus más grandes lecciones de vida es que aunque resulte difícil, no es imposible mantener la decencia de uno frente a la maldad moral. Pues al ayudar a otra persona quien en tu comunidad, tu sociedad o tu nación se ha convertido en un paria, un rechazado, y sabiendo que al hacerlo puedes ganarte el desprecio, el escarnio, e incluso el poner en riesgo tu vida, es tomar una posición moral de valor incalculable, que puede alterar y dar un rayo de luz y un viento de esperanza en medio de lo que parezca un reinado de terror omnipotente.
El 4 de junio de 2003 el gobierno austriaco impuso a una de sus calles, en el Distrito 22 de Viena, el nombre Paseo Gilberto Bosques.
Los pocos que conocen la historia de Gilberto Bosques suelen llamarlo "El Schindler Mexicano". Y así como Schindler tuvo su lista de trabajadores judíos protegidos, Bosques tuvo sus visas a la libertad: Las Visas de Bosques.
Sin embargo pocos hemos oído hablar de la labor del mexicano Gilberto Bosques para salvar la vida de más de 40 mil personas durante la ocupación nazi en Europa.
Gilberto Bosques Saldivar fue el Cónsul General de México en Francia de 1939 a 1944, quien respondiendo al llamado de su propia conciencia, ayudó desde su posición diplomática a huir de los regímenes franquista y nazi a refugiados españoles republicanos, judíos franceses, libaneses, socialistas, comunistas y otros perseguidos, entre ellos líderes políticos europeos de oposición y miembros de la resistencia antifascista, quienes habían sido señalados para ser enviados a los centros de concentración, ofreciéndoles a todos ellos residencia y nacionalidad mexicana.
Cuando París estaba a punto de ser tomada por los alemanes, Bosques sale de la ciudad y tras varios viajes decide asentar el consulado en Marsella, el puerto de la zona del Gobierno francés de Vichy, nominalmente independiente de los alemanes.
Su primera preocupación fue defender a los mexicanos residentes en la Francia no ocupada, pero al conocer las atrocidades de la persecución nazi protegió también a otros grupos. Apoyó a libaneses con pasaporte mexicano y a refugiados españoles que buscaban huir de los nazis. De hecho, se cree que fue él quien convenció al presidente Lázaro Cárdenas de abrir las puertas de México a los republicanos españoles. Era tan grande la afluencia de refugiados que buscaban una visa mexicana que Bosques alquiló dos castillos (el de Reynarde y el de Montgrand) para convertirlos en centros de asilo mientras se arreglaba su salida hacia México. Entre 800 u 850 fueron alojados en uno de los castillos, mientras que en el otro se albergaron 500 niños y mujeres.
Adicionalmente, rentó varios barcos que salieron del puerto de Marsella transportando Judíos y otros perseguidos hacia países Africanos donde más tarde fueron trasladados a México, Brasil, Argentina y otros países de América. En un periodo de dos años, bajo su auspicio, poco más de 40,000 visas fueron expedidas para quienes deseaban huir de la tiranía nazi.
Al concedérseles visas mexicanas, las autoridades francesas los dejaban salir del país porque consideraban que ya no serían un problema político para ellas. Más complicado fue el caso de los judíos. El consulado ocultó, documentó y les dio visas a numerosos judíos, pero era mucho más difícil sacarlos de Francia.
Desde Marsella el embajador mexicano también tuvo que hacer frente al hostigamiento de las autoridades pro alemanas francesas, al espionaje de la Gestapo, del gobierno de Franco y de la representación diplomática japonesa, que tenía sus oficinas en el mismo edificio de la delegación mexicana.
Finalmente México rompió las relaciones diplomáticas con el Gobierno de Vichy. Gilberto Bosques presentó la nota de ruptura. Poco después el consulado fue tomado por asalto por tropas de la Gestapo alemana, que confiscaron ilegalmente el dinero que la oficina mantenía para su operación. Bosques, su familia (su esposa María Luisa Manjarrez y sus tres hijos: Laura María, María Teresa y Gilberto Froylán; entonces de 17, 16 y 14 años, respectivamente)y el personal del consulado, 43 personas en total, fueron trasladados hasta la comunidad de Amélie-les-Bains. Después, violando las normas diplomáticas, se les llevó a Alemania, al pueblo Bad Godesberg, y se les recluyó en un “hotel prisión”.
Bosques fue finalmente liberado y regresó a México en abril de 1944. Miles de refugiados españoles y judíos lo esperaban en la estación de ferrocarril de la capital para recibirlo. Su júbilo zumbaba en el andén de la estación ferroviaria. Lo cargaron en hombros. Era al México generoso y libre al que ellos exaltaban en Gilberto Bosques, el más sobresaliente ejemplo del característico espíritu de la solidaridad de los mexicanos.
Una de sus más grandes lecciones de vida es que aunque resulte difícil, no es imposible mantener la decencia de uno frente a la maldad moral. Pues al ayudar a otra persona quien en tu comunidad, tu sociedad o tu nación se ha convertido en un paria, un rechazado, y sabiendo que al hacerlo puedes ganarte el desprecio, el escarnio, e incluso el poner en riesgo tu vida, es tomar una posición moral de valor incalculable, que puede alterar y dar un rayo de luz y un viento de esperanza en medio de lo que parezca un reinado de terror omnipotente.
El 4 de junio de 2003 el gobierno austriaco impuso a una de sus calles, en el Distrito 22 de Viena, el nombre Paseo Gilberto Bosques.
Los pocos que conocen la historia de Gilberto Bosques suelen llamarlo "El Schindler Mexicano". Y así como Schindler tuvo su lista de trabajadores judíos protegidos, Bosques tuvo sus visas a la libertad: Las Visas de Bosques.
miércoles, 1 de junio de 2011
Carmen y Leonora
Se fue mayo, mes que eligieron para partir dos mujeres inigualables cuya presencia fue tan fuerte que no pudo pasar desapercibida en el sendero de mi vida. Las dos nacieron en la misma época, en los principios del siglo XX, con escasos meses de diferencia. Una de origen libanés y oriunda de Tehuantepec; inteligente, culta y gran conversadora, de rostro altivo y profunda mirada esmeralda que iluminó mi niñez. Otra, inglesa de nacimiento y mexicana por adopción y adoración de las culturas indígenas y prehispánicas de nuestro país, se presentó de pronto en mi clase de historia del arte -siendo yo una adolescente- robándome el aliento.
Carmen y Leonora… al repetir sus nombres, vuelven a mi chispazos de aquellos tiempos; momentos irrepetibles de asombro y admiración; oír a la gran conversadora o leer sobre la pintora y escritora.
-¡Buenos días camarada!- ¡Cómo olvidar aquellas palabras a la hora del desayuno! Era el saludo invariable de la tía Carmen por las mañanas cuando abría la pequeña rejilla que comunicaba la terraza de su casa con la nuestra, seguidas de la respuesta siempre entusiasta de mi padre:- ¡Pásale camarada!-
No puedo precisar cuántos minutos duraba aquella alegre charla matutina, instantes en los cuales mis hermanos y yo permanecíamos en completo silencio, a veces sin entender de qué o de quienes hablaban, pero arrobados por la cantidad de palabras desconocidas que ambos utilizaban con una facilidad fascinante. Para mí en particular, era como asistir a una clase de historia universal expuesta de una manera interesante y divertida. Hablaban de todo lo que acontecía en el mundo, ambos eran ávidos lectores y a la hora de su encuentro ya se habían leído los periódicos de principio a fin. Para ser más precisa, aquellos momentos eran comparables -si cabe - a lo que hoy representa para mí ingresar a google para investigar o salir de dudas sobre algún tema, ya que recuerdo que cuando ella se despedía y mi padre se levantaba de la mesa, lo seguía por todo el pasillo haciéndole mil preguntas, las que afortunadamente me respondía haciendo gala de su gran paciencia, dejándome ver con aquella sonrisa de satisfacción, que le gustaba que yo quisiera saber el significado de las “palabras raras”. El interés que despertaba en mí este personaje no se limitaba sólo a escucharla durante aquellas amenas charlas tempraneras, sino que siempre que se presentaba la oportunidad -y había muchas dado que era nuestra vecina- en la que podía observar las facetas de su personalidad; su voz fuerte y bien templada; su casa pulcra e impecable resultado de su obsesión por la limpieza y el orden; sus excelentes dotes culinarias; su gran fervor religioso y ese andar de reina triunfadora que la caracterizaba, así fuera en su casa con bata y pantuflas o en todos los ámbitos donde se movía con elegancia y distinción.
Así también, la sorprendente determinación de Leonora, para hacerle frente a las contrariedades del destino, me enseñó que no existen parámetros, ni límites para que una mujer pueda moverse en los círculos entonces considerados prohibidos para sus contemporáneas. Escapar de la tutela de sus padres y renunciar a un modus vivendi adinerado y cómodo – siendo tan joven- para poder dedicarse a sus ideales; defender su espíritu inconformista que no encajaba en ningún colegio, actitud que la lleva a encontrar en el surrealismo su razón de ser; que la impulsa a crear ámbitos oníricos y mágicos para pintar lo inimaginable o a escribir lo inenarrable (como sus Memorias de Abajo); con una imaginación fantástica para interpretar a los animales y a la naturaleza que la lleva a realizar las esculturas de bronce que quedan como testimonio de su huella en México; una señora tan singular e increíble, que inspira a Elena Poniatowska a perpetuar su nombre en “Leonora” como titula su obra más reciente; un ser único y fuera de lugar descrita por Octavio Paz como: “un personaje delirante, maravilloso”, “un poema que camina, que sonríe, que de repente abre una sombrilla que se convierte en un pájaro que se convierte después en pescado y desaparece”.
Carmen y Leonora… las dos eligieron el mes de mayo para partir, pero a diferencia de otros tantos, no dejan un gran vacío, porque llenaron todos los espacios por los que caminaron.
viernes, 22 de abril de 2011
puesta de sol en viernes santo
Mientras la humanidad se hunde en un mar de confusiones...
el universo nos invita a contemplar su galería de lienzos cromáticos
lunes, 7 de marzo de 2011
Mi Nostalgia "María Fernanda"
No sé porque me duelen las luces,
que en la noche yo miro en la bocana.
No sé porque me duelen los árboles talados,
las aguas enlodadas, la ausencia de los pájaros,
las calles desbordadas de autos y camiones.
que en la noche yo miro en la bocana.
No sé porque me duelen los árboles talados,
las aguas enlodadas, la ausencia de los pájaros,
las calles desbordadas de autos y camiones.
No sé porque me duele la prisa de la gente,
ya nadie se conoce, ya nadie se detiene.
Parece que ni el viento,
reconoce su casa.
No sé porque me duelen, los cielos empañados,
la atmósfera pesada, el zumbar de colmenas taladrando los campos,
y los peces dormidos, los arroyos sin agua y
el recuerdo tan triste
de las viejas marimbas.
No sé porque me duele tanto,
esta inútil nostalgia.
Oralia Bringas de García
"María Fernanda" 1988
jueves, 20 de enero de 2011
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