viernes, 26 de junio de 2009

la cultura de lo que poco dura





*Nos educaron para guardar

**La era de lo desechable

***El amor en los tiempos del facebook

Cada vez con más frecuencia, leo sobre el tema del poco valor que le damos actualmente tanto a los objetos como a las relaciones y nos dejamos llevar por la corriente insoslayable de la era desechable. El escritor uruguayo Eduardo H. Galeano, quien se define a sí mismo como "un rescatista de la memoria secuestrada de toda América Latina", nos regala una reflexión sobre esta desvalorización y nos convoca a mirar que pasado hemos levantado y que futuro estamos dejando para nuestros descendientes, cuestionándonos así:
[...¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron?...]
Los que pasamos de los cuarenta años, fuimos educados para guardar todo, reciclábamos sin haber nunca escuchado la palabra o su significado, simplemente guardábamos lo que servía y lo que no, porque algún día podríamos necesitarlo. Por poner un ejemplo; juntábamos con ilusión las corcholatas de los envases de refresco, que en ese entonces eran de vidrio, porque luego en el mes de diciembre las usábamos para hacer sonajas y salir "a cantar la casita".
Al autor de “El libro de los abrazos”, le cuesta trabajo aceptar la conducta que hemos adoptado casi sin sentir y justifica su reclamo al tiempo:
[...¡Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida!¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después! La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, fiambreras de tejido y hasta palanganas de loza. ¡¡Nos están fastidiando! ! ¡¡Yo los descubrí!! ¡¡Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica. Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más basura. El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad...]
En este punto pienso que todos estamos de acuerdo con Eduardo Galeano, cuántas veces no hemos escuchado decir “es que las cosas ya no las hacen como antes” y tampoco ignoramos el daño ecológico e irreparable que le estamos haciendo al planeta produciendo tanta basura, pero lo que despertó mi interés en esta reflexión, es en sí el planteamiento de como ha influido esta era de lo desechable en las relaciones humanas cuando dice:
[...Mi cabeza no resiste tanto. Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real. Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre. Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y glamour...]
Por otro lado y en coincidencia con Eduardo Galeano, Andrés Roemer, conductor del programa Proyecto 40 somete a debate el tema del matrimonio y cuestiona a sus invitados con la siguiente comparación:
[...Hoy en día, los novios deciden vivir en pareja antes del matrimonio. ¿Esto ayuda a tener éxito si un día deciden casarse, partiendo del hecho que las parejas se unen en un proyecto de vida con la idea de tener éxito, de ser felices juntos, de ir construyendo la red poco a poco, nudo por nudo, arraigados a los valores más conservadores y tradicionales? ¿Y cuando el amor, se acaba o se apaga? ¿No es algo así como la paradoja de elegir si compras algo y lo puedes regresar o si ya no puedes hacerlo? ...]
Andrés plantea nuevamente la idea de cómo las relaciones han ido cambiando en esta era de lo desechable, donde con contadas excepciones, los vínculos van quedando atrás para dar paso a lo que podría llamarse “el amor en los tiempos del facebook”; interactuar por medio de un aparato que cancela la emoción de buscar el momento propicio para el encuentro, el intercambio de miradas o el romanticismo. Y añade:
[...Bah! Pensar que hoy en día la idea primordial pareciera ser solamente el buscar un cómplice para “armarla” y no aburrirse...]
Concluyo citando nuevamente a Galeano
[...Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. ¡¡¡Ah!!! ¡¡¡No lo voy a hacer!!! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad son descartables...]

el espacio de soroska

publicado en la edición junio-julio 09

Editorial-Círculos

sábado, 20 de junio de 2009

día mundial del refugiado


El 4 de diciembre de 2000, la Asamblea General de las Naciones Unidas designó el 20 de junio como "Día Mundial del Refugiado".
"Los refugiados son las personas más vulnerables en la Tierra. Todos los días están luchando para sobrevivir. Merecen nuestro respeto"
Angelina Joli
Embajadora de buena voluntad del Alto Comisionado
de la Onu para los Refugiados (Acnur)

sábado, 13 de junio de 2009

el colofón de una década

FOTO: ATARDECER EN COATZACOALCOS



“La verdadera muerte es el olvido”
María Fernanda




Año de 1999

Enero 4, mi padre arriba a sus ocho décadas de existencia. Aprovechando su estancia en este puerto que tanto amó, sus hijos le preparamos una emotiva fiesta sorpresa. Un día antes de fin de año, convocamos a todas las personas -cien en total- con las que imaginamos él querría compartir su aniversario.

Tengo muy presente la imagen de su rostro emocionado al entrar al salón y descubrir a sus hermanas: Alicia y Marie (la mayor y la menor) que habían viajado ex profeso para acompañarlo ese día. Hubo momentos en que pensé que había sido demasiado y no resistiría tantas demostraciones de afecto. Lo vi temblar conmovido ante el reencuentro con los amigos de toda la vida, algunos de ellos tomaron el micrófono para dedicarle unas palabras que él agradecía una y otra y otra vez, con frases entrecortadas y apenas perceptibles. El otrora gran conversador que dominaba todos los temas, había enmudecido ante la felicidad de aquellos instantes.

Lo vi entrelazar sus manos con fuerza para contener el llanto, cuando el mayor de sus nietos, tomó la guitarra y entonó: “José Manuel”, dedicándosela a su abuelo y “maestro”. Ese había sido uno de sus sueños; ¡Tener su propia canción! Y cada vez que tenía la oportunidad, nos lo recordaba y hasta cantaba el estribillo: José Manuel, José Manuel, al son del swing, José Manuel.

En fin, aquel fue un día plagado de emociones que culminaron con una simpática tertulia familiar. Afortunadamente, nos quedó de recuerdo un video que nos permite revivir aquellos momentos.

Mi regalo

Mi padre era un hombre bueno, noble y generoso además de ser un gran comunicador. Era hijo de inmigrantes libaneses, y aunque la vida de mis abuelos fue trágica y triste, él tenía la particularidad de recordarlos en amenas charlas de sobremesa resaltando con amor y respeto, lo mejor de cada uno de ellos.

Inspirada en su gran cariño, me atreví a escribir aquellas historias que le había escuchado contar desde pequeña, hilvanando todos los pasajes y anécdotas que recordaba. También investigué los acontecimientos de la época de finales del siglo XIX, en la que ellos, siendo apenas unos niños, tuvieron que abandonar su país. Quise conocer las circunstancias que orillaron a mis bisabuelos a desprenderse de sus pequeños, sacrificando todo cuanto tenían para conseguirles el boleto de la esperanza en el viaje hacia la libertad. Un acto de amor para el que no encuentro adjetivos.
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Ese fue mi regalo. Lo imprimí, lo ilustré con fotos de mis abuelos, lo dediqué tratando de encontrar las palabras que expresaran mi agradecimiento por enseñarme a valorar la vida y hacer de mí lo que soy, lo encuaderné y se lo entregué el día de su cumpleaños.

Sorprendido por la claridad con las que recordaba sus anécdotas y visiblemente emocionado con mi relato, mi padre me pidió permiso para hacer copias y obsequiárselas a sus hermanas. Una de ellas, Emelie, la única que se quedó a vivir en el Puerto, después de leerlo, también quiso compartirlo y se lo envió a Oralia, su gran amiga de la infancia, conocida por todos como María Fernanda, galardonada poeta, autora de varios libros y fundadora del Club de Escritoras de Coatzacoalcos. Una mujer que yo admiraba por el profundo amor que le profesaba a esta tierra que la vio crecer y a la que le había escrito las más bellas poesías.

El 9 de febrero de ese mismo año, recibí una llamada inesperada. Era la mismísima Oralia. ¡Quería conocerme! Me habló de su amistad con mi familia y me invitó a tomar un café en su Rincón Poético. Yo ignoraba que ella había leído mi relato por lo que la curiosidad no me dejó dormir: ¿Qué querría platicar conmigo aquella mujer homenajeada por el Presidente de la República en el Castillo de Chapultepec?

Al día siguiente llegué muy puntual a mi cita con María Fernanda. Quedé sorprendida de su trato amable, cálido y sencillo. Me emocioné cuando me tomó de las manos y me dijo: “Tu tía Emelie y yo somos muy buenas amigas, nos queremos mucho, por los que no quiero que tomes a mal que haya querido compartir conmigo el relato que escribiste de la vida de tus abuelos, quiero que sepas que lo leí y estoy muy conmovida, pues pude palpar los hermosos sentimientos que fundados en los principios y valores de la familia, logras transmitir”.

Nunca olvidaré aquella tarde, la primera de muchas otras que disfruté con agrado de su amena charla, de su extraordinario talento y exquisita sencillez. Oralia podía leer a través de mi piel, me enseñó a conocerme, a despertar mi espíritu dormido, me alentó a traspasar los límites que impone la rutina, a dejar de ver la vida pasar... a través de una ventana.

Un tiempo después, me invitó a pertenecer al Club de Escritoras de Coatzacoalcos y un día como hoy, 25 de mayo, Oralia me tomó la protesta en el XXX Aniversario de la institución que ella fundara en el año de 1969 con un grupo de mujeres entusiastas que compartían la misma inquietud y gusto por las letras. Ese día marcó mi ingreso al recinto, en el cual tuve la oportunidad de ir descubriendo mis distintas facetas al lado de un ser humano extraordinario a quien, tres años más tarde, en un homenaje pude manifestarle abiertamente estas palabras: “Mi querida doña Oralia, le doy gracias a la vida por haberme permitido conocerla”.

Diez años han transcurrido, mi padre, Oralia y Emelie, los tres personajes de esta historia que cambió mi vida, ya se han marchado, pero aún los siento palpitar en mis sentidos, los veo sonreír en cada texto que edito y adivino mis pasos sobre sus huellas, labradas en todos los surcos y rincones de esta isla verde.

.............................................................................................................................................................................................25 mayo de 2009/aac

lunes, 8 de junio de 2009

Nací en el Sitio del Viento*





Sitio del Viento*...un lugar donde se besan entrelazadas las aguas del mar y el río; una privilegiada cuenca que fuera refugio de aquellos seres que un día tuvieron que abandonar su terruño agobiados por la furia de las pasiones humanas que engendran la guerra y el desaliento, que llegaron hasta aquí, guiados quizá por el “Lucero del Alba” aquel personaje de cien mitos y leyendas quien decepcionado de los hombres que se opusieron al desarrollo armónico de su doctrina humanista, partiera en su balsa de serpientes hacia el país de la sabiduría, el que se inmolara arrojándose a la hoguera para que su espíritu puro pudiera elevarse y convertirse en estrella. Hablo del “Señor de la Aurora”, de la “Deidad Ignorada”, de “Quetzalcóatl” cuyo escondite fue señalado por su pueblo en esta “Isla Verde”, origen del nombre de mi puerto y de su río.

*Así nombraba a Coatzacoalcos la inolvidable poetisa porteña: María Fernanda
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