martes, 7 de abril de 2009

A la hora de la nube negra...

Hace una semana, bajo el sol ardiente de las once mañana, viví una terrorífica experiencia al ser atacada por una bandada de pájaros enloquecidos, no logré escapar ilesa, uno de ellos me alcanzó a dar un picotazo en el cuello. El resto del día anduve muy acelerada quizá por el exceso de adrenalina en mi sangre, no podía concentrarme en nada y sólo pensaba en dejarlo todo para volver a casa.

Ese era un día para encerrarse, lo supe desde muy temprano al momento de abrir la puerta del balcón para salir a buscar el periódico. Primera llamada... afuera, el viento del sur soplaba inclemente golpeándote los sentidos. Segunda llamada... noté la ausencia de los barrenderos, la calle estaba desierta.

-¡Claro, que caso tenía agarrar la escoba en medio de aquella polvareda infernal !-

Sabio razonamiento, en cambio yo, que sólo tenía que levantar el teléfono para cancelar mis compromisos, no lo hice... ¿Responsabilidad? ¿Imprudencia? ¿Necedad? Quien sabe, así soy, pienso una cosa y luego hago todo lo contrario, como si mi mente fuera el adulto y mi cuerpo el adolescente rebelde. Tercera llamada... el ataque.

Cuando por fin pude regresar a casa, di un traspié y rodé cuatro escalones antes de alcanzar la puerta del departamento, eso, sin contar el mango que me cayó en la cabeza al descender del auto en pleno centro de la ciudad (todavía quedan árboles frutales en los arriates de mi tierra).



- ¡Ya era demasiado! -

Me di un buen baño, me puse ropa cómoda y prendí el aire acondicionado pero no pude relajarme. Mi mente repasaba, una y otra vez lo sucedido... escuchaba el aleteo del pájaro en mi nuca... el corazón latiéndome estrepitosamente... tenía que desahogarme... escribirlo para creerlo... contarlo para olvidarlo... me dolía el piquete en el cuello, la rodilla raspada, el golpe del mangazo. Quise llorar... gritar... y... nada.

Así que lo escribí, lo compartí y entonces descubrí, que lo que yo pensaba había sido un acontecimiento insólito, fortuito o inusitado... era de lo más común. En siete días escuché un sinnúmero de anécdotas acerca de los ataques de esos “pichos”, tordos, urracas, zanates, cuervillos o como quiera usted llamarles. Me enteré que el calor los trastorna y los vuelve muy agresivos; que los trabajadores de los complejos petroquímicos tienen que cubrirse al salir al estacionamiento porque se les vienen encima sin motivo; que en Washington, en verano, son famosos los ataques de las urracas; que cantan cuando están tranquilos pero cuando los escuches graznar, es mejor que corras por tu vida y muchas más linduras.

Todo esto despertó mi curiosidad, los investigué y créanme que salí muy bien librada, pues una vez que empiezan a picotear a la víctima, ya nada los detiene, sus graznidos se vuelven más y más potentes para que todos los que pasen por ahí, se unan al ataque.

¡Malditos pajarracos montoneros!

Alfred Hitchcock exageró, ajá, pero debe haber sido un gran observador para inspirarse en la naturaleza agresiva de estos pájaros y lograr uno de los filmes más espeluznantes de todos los tiempos.

Aquí en mi pueblo hay una población impresionante de estas aves, las he visto surcar el cielo en grandes bandadas toda mi vida y nunca me inspiraron temor. Al atardecer, miles de ellas llegan a guarecerse en los árboles del parque donde jugaba de niña, la nube negra marcaba la hora del regreso a casa. A veces, convencíamos a la nana que nos dejara quedarnos un ratito más y aquellos minutos extras, nos sabían a gloria sin importarnos la reprimenda que nos esperaba.

Lo ocurrido y todas las historias que escuché a lo largo de la semana me cambiaron todas las perspectivas, el atardecer perdió su encanto. Hoy, a la hora de la nube negra... presa de la paranoia, no desperdicié ni un segundo para salir disparada de regreso a casa.









7 de abril 2009

10 comentarios:

  1. Hola...buen día, tienes algún correo en el que me pudiera poner en contacto contigo? o por aquí por los comentarios del blog si quieres...yo soy coordinadora de la página cultural del periódico Imagen de Veracruz y estoy interesada en tu trabajo y el del taller Bernal Díaz del Castillo y quisiera platicar contigo....mi correo es luz10_bs@hotmail.com

    Luz del Carmen Valenzuela Reyes

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  2. Hola Luz... ayer mismo te contesté al correo que me señalas y no me lo regresaron... checa en spam. Mi correo es soroska@yahoo.com

    Gracias y seguimos en contacto

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  3. Hola... pues mira nomás... eso de "la nube negra" es uno de los recuerdos más nítidos y lindos de mi infancia...
    Yo recuerdo el parque de la Independencia y la hora en que los pájaros dibujaban en conjunto por el cielo, de árbol a árbol o de edificio a árbol. Una vuelta y otra y otra... hasta ya no verlos más.

    Tú decías que su hora de dormir había llegado (y la nuestra para volver a casa, bañarse, ponerse pijama y cenar).

    Ai...

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  4. hola
    muchas gracias por el correo, ya me puse en contacto contigo por ese medio, espero sí te haya llegado el mail, gracias!

    Luz del Carmen Valenzuela Reyes

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  5. Gracias por recordarme aquellas tardes de mi infancia en el parque de Coatza. No me cabe la menor duda, que heredaste el don de Pepe Lifo. Tu articulo, me trajo dulces y nostálgicos recuerdos.

    Suraya

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  6. mil gracias x tus palabras escritas
    esa nube negra ha despertado en mí
    un sinnúmero de recuerdos
    agradables o festivos
    son recuerdos que me van a acompañar toda la vida
    un abrazo fortísimo

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  7. Excelente, como siempre!

    Compañera, tus redacciones tienen un enorme sentido humano, una sencillez que los adorna, y una gracia muy sutil que los engrandece. Pero sabes? También así es tu modo de hablar, cuando yo te leo te escucho, te percibo tal cual, así como te detectan mis sentidos.

    Me gusta tu estilo Rosa, quiero decir que plasmas en él una visión amplia de la vida, no nos dices por decir. Me agrada mucho descubrir tu expansión intelectual en algunos párrafos, esa libertad literaria para poder decir lo que sea y que no tiene siempre porque ser "miel sobre hojuelas".

    Te agradezco me compartas tus trabajos, los disfruto.

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  8. Gracias por compartir tu experiencia, al igual que a a varios de los que te han contestado,me llena de recuerdos tu relato, me hiciste transportarme a aquellas tardes de parque cuando jugaba basket, revivì exactamente como en cuanto oiamos el ruido de los pàjaros, saliamos corriendo hacia las canchas pues, corriamos peligro por los proyectiles que en cuanto se posaban en los àrboles empezaban a dejar caer, jajaja.
    Realmente he disfrutado mucho la lectura que tan amablemente me hiciste llegar, recordar es volver a vivir y yo lo hice.
    Un abrazo.
    Alba

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  9. Tu relato me indujo a evocar recuerdos muy gratos de mi infancia, y ese ritmo que le impones a tus narrativas me agranda pues facilitas la lectura.
    Un beso y un fuerte abrazo.

    Pepe

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  10. si creo que estoy empezando a formar una fobia a los pajarracos!

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