martes, 1 de diciembre de 2009

la casuarina y el rey nopo

Por la ventana de mi estudio se perfila en primer plano, la silueta de una centenaria casuarina disecada de más de veinte metros de altura y un poco más allá…el vaivén del mar.


La triste imagen del otrora rompe vientos acompañada por el rumor arrítmico de las olas, se revela ante mí cada mañana al descorrer las cortinas. Me detengo unos instantes a tratar de descifrar su mensaje e invariablemente me hago las mismas preguntas: ¿Qué pudo haberle sucedido? ¿Habrá sido fulminada por el resplandor furioso de una tormenta? ¿Qué la mantiene erguida y aferrada a la tierra mostrando orgullosa sus largas ramas desnudas?

¿Qué me quiere decir…?

Según me contaba mi padre, estos árboles que alcanzan alturas impresionantes, son oriundos del sur de Australia y fueron traídos por los ingenieros ingleses que trazaron esta ciudad, a principios del siglo XX, con la intención de levantar cortinas alrededor del poblado para protegerlo de los fuertes vientos del norte. Ahora sé que se adaptan estupendamente al clima tropical; que crecen hasta en los suelos más pobres como las dunas de arena y que sus hojas diminutas, forman al caer una alfombra tan tupida que evita el desarrollo de la maleza. Aquí en mi tierra, les llaman simplemente pinos, tal vez por sus hojas aciculares que en realidad son solamente escamas que se asemejan a las agujas plumosas de las coníferas.


Al salir el sol, conviven en sus ramas los mirlos y zanates que elevan sus picos para cargarse de energía. Cuando éstos se van, llegan los alegres gorriones y un pecho-amarillo solitario que se une al concierto de los trinos.

Esta mañana, mientras los contemplaba, los vi esfumarse en estampida con la llegada de un enorme zopilote de cabeza roja. Yo pensaba que esta especie había desaparecido, por lo menos de estas tierras. ¡Tanto tiempo sin ver uno de estos! Creo que... desde la infancia.

El arribo inusitado del rey nopo me hizo correr a buscar la cámara. Lo enfoqué y apliqué el zoom; el ave giró la cabeza y advirtió mi presencia; su mirada me produjo un escalofrío. Justo en ese instante, el cielo se nubló; el viento empezó a soplar agitando las ramas de la casuarina.

Me quedé estupefacta... hipnotizada... con el dedo paralizado sin poder apretar el botón del click. Los ojillos del carroñero fijos en mí... como si… ¿me…reconociera? y yo ahí… incapaz de reaccionar… sin poder mover un solo músculo de mi cuerpo.
No sé cuánto tiempo estuve así, ni sé en qué momento logré tomar la fotografía, ignoro porque no puedo quitarme de la cabeza que el nopo era un viejo amigo que vino a saludarme y que yo... no le pude reconocer.
Por si fuera poco, se me han pasado las horas divagando y aún no sé… qué es lo me quiere decir la triste casuarina que se perfila cada día en mi ventana y qué es lo que la mantiene erguida y aferrada a la tierra, mostrando orgullosa sus largas ramas desnudas.



soroska dic/09

6 comentarios:

  1. No sé que quiere decir, seguir, de pie, dejando que el viento sople, acaricie, contemplar el mar, darse pausas... yo leería eso ;)
    A mi no me parece tan extraño el reinopo, cuando fui a Cuuuacczza en dicimbre pasado vi tres en la playa, en la mañanita... luego te paso las fotos. Eso sí! SÓLO los he visto en Coatzabeach! besos!!

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  2. Pues que suertuda,quizá viste a los zopilotes comunes (los de cabeza gris) pues el rey nopo o cabecirojo está considerado como especie en vías de extinción en un 94%.
    Así que si les tomaste foto hace un año, a lo mejor eran de los últimos sobrevivientes. Wow! GUARDA ESAS FOTOS

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  3. Hace tiempo que yo no los veo, no me habías platicado de su visita, quizá tengas razón un viejo amigo te encontro.

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  4. LA CASUARINA Y EL REY NOPO

    Mi queridísima Rosa de los dos aromas, me encantó tu relato. Los “pinos” han sido testigos silenciosos de mi niñez, gigantes taciturnos que bailan al compás caprichoso de los vientos, y tu cuento los trajo a mi memoria, ahora los tengo aquí tan presentes como antaño. Además tu historia es fiel a la historia de Coatzacoalcos con las anécdotas contadas por tu papá, el siempre caballeroso “Don Pepe” que llegué a conocer y saludar con afecto, cuando mis papás me llevaban a Casa Lotfe. Luego la visión de esos esqueletos vegetales, parduzcos y desnudos, con sus zopilotes que pensé extinguidos de esta zona. Y las avecillas que mencionas: mirlos, zanates, gorriones y pechos-amarillos, que mi abuela materna bautizó como “luises”. Ahora las casuarinas de Casa de Cultura son peligrosas de noche porque ahí descansan los pelícanos y corres el riesgo de recibir una lluvia blanquecina con olor a pescado. Es muy cierto, los amigos pueden visitarte como nahuales en calidad de aves, de insectos alados o de felinos domésticos. En total, un relato muy bello muy bien estructurado, diáfano, con una prosa sublime. Enhorabuena.

    José González Gálvez

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  5. Las insólitas manifestaciones hasta ahora inexplicables del ácido desoxirribonucleico

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